Todo lo que comunicas, (te) influye

Todo aquello que comunicas, influye. Absolutamente todo. Cuando oímos o leemos frases como esta, enseguida pensamos en el impacto que tiene nuestra comunicación en los demás, en nuestros interlocutores y receptores. Pero, ¿cómo nos influye a nosotros mismos aquello que decimos?

El esquema clásico de comunicación que todos conocemos sitúa al emisor y al receptor en un mismo plano, siempre como personas diferentes. No obstante, en cualquier intercambio comunicativo, la mayoría de veces, existe un factor de reciprocidad que recae sobre el emisor. Somos emisores y, al mismo tiempo, receptores de todas aquellas palabras que articulamos, de las frases que decimos, de los gestos con los que comunicamos, de nuestra actitud e incluso de nuestra comunicación corporal…

Sin duda, todo esto tiene un impacto en los demás pero, en primera instancia, también lo tiene en nosotros mismos. Nuestros diálogos, tanto el que tenemos con otras personas, como nuestro diálogo interno, impactan irremediablemente en nuestra vida y en nuestra experiencia. ¿Te has parado a pensarlo?

Somos lo que pensamos

La comunicación que emitimos, a través tanto del lenguaje como del cuerpo, responde a esquemas y programas previamente instalados en nuestra mente. Comunicamos, la mayoría de las veces, aquello que pensamos, aquellas ideas, opiniones, juicios y emociones que se generan en nuestro sistema cerebral.

Esta es una de las bases de la Programación Neurolingüística (PNL), un modelo de pensamiento y excelencia humana basado en los trabajos de Richard Bandler y John Grinder. Según la PNL, nuestra mente funciona como un ordenador, en el que tenemos programados diferentes sistemas de pensamiento (neuro) y de comunicación (lingüística). Estos sistemas son el resultado de los conocimientos que nos han trasmitido, sobre todo en edades tempranas de nuestra vida, de las experiencias que hemos vivido y de las representaciones mentales que hemos creado a partir de estas experiencias.

La importancia de crear mensajes positivos

Este conjunto de sistemas mentales influyen en nuestro comportamiento, nuestra comunicación y nuestra visión del mundo y de nosotros mismos. Es decir, los mensajes positivos recibidos en nuestra infancia, contribuyen a que en nuestra mente se cree una especie de programa que refuerza la visión positiva de nosotros mismos, nuestras capacidades, nuestro potencial. De manera que, ante las adversidades de la vida, recurriremos a dichos programas y activaremos esos mensajes positivos para comportarnos de un modo acorde a ellos. Porque estos mensajes habrán impactado en lo que somos.

Este maravilloso vídeo de un padre motivando a su hija ante el primer día de clase es un claro ejemplo de construcción de mensajes positivos.

Seguramente, cuando esta niña se enfrente a situaciones de su día a día, las típicas que pueden darse en el colegio o en su propia casa, recurrirá a esas ideas instaladas en su mente y actuará consecuentemente, dentro de lo que cabe esperar de una niña de su edad, claro está. Seguramente, a una edad tan temprana aún no dispone de todos los recursos para actuar con fuerza, igualdad, serenidad, respeto y una serie de valores que su padre le está transmitiendo. Pero en un futuro, si sigue recibiendo estos mensajes motivadores, sin duda, lo hará.

El lenguaje, clave para generar el cambio positivo

Por tanto, cuando queremos introducir cambios o mejoras en nuestros hábitos, en nuestros pensamientos y en nuestros comportamientos, debemos hacerlo reprogramando nuestra mente, como si de un ordenador se tratara. Y, para conseguirlo, la comunicación y el lenguaje son elementos básicos que podemos usar a nuestro favor.

En los últimos años he tenido la suerte de formarme en PNL con dos profesores excepcionales, Robert Long y Sol Martínez. Gracias a ello, hoy en día entiendo el lenguaje como algo más que un elemento de comunicación. Para mí, ambos, lenguaje y comunicación, son herramientas al servicio de la vida y de la felicidad. Del lenguaje que utilices al hablar con los demás o contigo mismo, dependerá tu bienestar emocional y el de las personas de tu alrededor. No se trata de disfrazar, de inventar, ni de positivizar situaciones que no lo son. Se trata de valorarnos y de valorar a los demás en la misma medida y construir mensajes coherentes y congruentes con nuestra esencia.

Con sencillas estrategias y recursos se puede generar un lenguaje evolutivo, creativo, generador de cambios y realidades nuevas. En próximos posts os enseñaré cómo podemos favorecer un uso positivo del lenguaje que nos ayude a crear la realidad que queremos, a expresarnos con mayor coherencia y congruencia respecto a lo que pensamos.

Porque lo que digas y cómo lo digas va a tener un impacto en tu experiencia, en tu estado de ánimo y en la realidad que estás creando a través del lenguaje.

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